Cortes y autolesiones
caracterizan este trastorno que aparece en la adolescencia, también el consumo
de drogas y relaciones torrentosas, conductas violentas y discapacidad social.
Sentirse vacío o abrumado por emociones muy intensas, con altibajos anímicos frecuentes,
ataques de ira e incapacidad para relacionarse adecuadamente son algunos de los síntomas que experimentan quienes padecen un trastorno límite, el más frecuente de todos los que
afectan a la personalidad.
La forma de resolver esas sensaciones intensas pasa en muchos casos por autolesionarse, haciéndose cortes,
quemaduras o golpeándose. Con ello, quienes lo padecen, tratan de regular sus emociones, castigarse
o expresar su dolor. Las primeras manifestaciones aparecen hacia la adolescencia, y se da en mayor proporción en
mujeres.
Aunque no se puede diagnosticar el trastorno como tal hasta pasados los 18 años, esos síntomas ya apuntan a un
desarrollo anómalo de la personalidad. El psicólogo Peter Fonagy, jefe del departamento de
Psicología Clínica, Educativa y de la Salud del University College de Londres.
Fonagy, que centra sus investigaciones en averiguar cómo la
experiencia social temprana y el ambiente familiar influyen en el desarrollo de
la personalidad, cree que durante la niñez pueden detectarse ya los primeros signos del trastorno límite y, lo más importante, actuar
sobre ellos.
Problemas
emocionales
Es bastante probable que podamos detectarlo mucho
antes de que aparezcan los primeros síntomas e intervenir. Hay que prestar
atención a los niños que tienen una combinación de problemas
emocionales y de comportamiento. En particular, problemas con su sentido de
identidad, en las relaciones interpersonales, de atención, o de hostilidad.
Cuando se da una combinación de ellos aumenta el riesgo de desarrollar el
trastorno límite. Identificando esos signos, se puede intervenir para que no sientan la
necesidad de herirse o tomar una sobredosis, y evitar que el ambiente en casa esté crispado. Hay
un gran
potencial en la intervención temprana en este grave desorden de la personalidad, este trastorno
es uno de los que mejor responde al tratamiento, si se detecta a tiempo.
Como en la mayoría de los trastornos psiquiátricos, se
nace con una vulnerabilidad de origen genético. La vulnerabilidad se debe a que
experimentan las emociones de forma muy intensa, a las dificultades
para relacionarse con la gente, o para comunicar lo que sienten». Pero el detonante habría que buscarlo en el entorno, que puede modificar la forma en que los genes se expresan a lo largo de la vida.
Contexto
social
El contexto social puede hacer cambiar la prevalencia. En países con gran diferencia entre
ricos y pobres la prevalencia de este trastorno aumenta. En los países más
homogéneos en cuanto a recursos, ya sean ricos o pobres, como Noruega o China,
respectivamente, donde todos son iguales, la prevalencia es más baja. En estructuras sociales desintegradas el trastorno límite de personalidad
es más común. Y cuando la gente siente el apoyo de una estructura social estable hay menos síntomas.
Además, las experiencias tempranas de abandono o
violencia parecen actuar como detonantes para la aparición de
este trastorno que afecta casi a un 2% de la población. El vínculo afectivo que
se establece con las figuras de referencia materna y paterna en los primeros años también parece
influir. Los estilos de
apego inseguros o inestables aumentan el riesgo. Y el
aprendizaje de esas primeras relaciones inadecuadas podría estar detrás del excesivo miedo al rechazo y al abandono que muestran las
personas con trastorno límite.
En nuestro país es frecuente ver casos de adolescentes llevados a la consulta del
psiquiatra o psicólogo por sus padres, que detectan autolesiones en sus hijos, estas manifestaciones son adaptaciones ante unos sentimientos que
les sobrepasan y que les hacen sentir muy mal. Este trastorno es el más
angustioso de todos los que afectan a la personalidad. No podemos
hacernos una idea de la angustia que sufren estas personas.
En
la frontera de la psicosis
De hecho, este trastorno de la personalidad está en la
frontera o límite de la psicosis, por eso recibe el nombre de límite o
«borderline», que le fue otorgado en 1938 por el psicoanalista Adolf Stern. El
método de la «mentalización» para mejorar la regulación emocional, que tanto sufrimiento les genera
es muy adecuado. La capacidad de las personas con trastorno límite para
interpretar las intenciones de los demás está deteriorada. Es necesario
ayudarles a interpretarlas de forma adecuada para que no las sientan como una
amenaza: Es un enfoque diferente al que se utiliza para la depresión, la
ansiedad o el TDAH. No hay que hacerles sentir que se es un experto que dice lo que deberían o no hacer.
Es importante
ponerse en su lugar y tratar de ver los problemas como ellos. Hay que enseñarles a pensar sobre lo que les ocurre
(mentalizarse) pues por alguna razón, biológica o no, no lo hacen y perciben el mundo de forma
diferente, lo que les causa dolor. Pensar sobre ello les ayuda a
sentirse mejor.
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